90 Fernando Suárez Bilbao ras medievales, ni luchar contra hábitos señoriales que dificultaban la actividad directa del monarca para implantar su soberanía. Tierras nuevas pero, sobre todo, gentes nuevas sobre las que crear las bases de un nuevo modelo. Castilla, aceptó ese reto y desempe1ió su tarea lo mejor que supo, rompiendo moldes muy arraigados en la época. ¿Cómo era la Castilla que llega a América? Lo que proyecta en América es precisamente la identidad castellana y aragonesa a l mismo tiempo, fue una creación moderna, es la "modernidad" querida y creada por los Reyes Católicos, que en Ultramar no tiene que enfrentarse a viejas resistencias aún operantes en toda Europa. Varios son los problemas que se planteaban con la expansión atlántica castellana, y que no encontrarán respuesta hasta el definitivo asentamiento y posesión castellana de América. Los principales fueron el de la población aborigen, en especial su naturaleza, la soberanía de los reyes en las tierras descubiertas y conquistadas, y e l de la condición ética que debía aplicarse a la soberanía sobre aquellas tierras~. El problema de la libertad del indio actuó como motor de aceleración del "Estado Moderno", en cuanto que fomentó y disciplinó unos cuadros humanos y unos protocolos de actuación jurídico-política que se acostumbraron a tener por completo bajo su acción directa a tierras, gentes y asuntos sin asomo de competencias o rivalidades con otros poderes4 • Además, esta manera de gobernar en la que la presencia del rey se hace sentir en cada uno de sus funcionarios, y a través de las leyes continuamente emanadas desde la Península, vino a ser favorecida por determinadas actuaciones que en absoluto perseguían este objetivo. Tal es el caso de las continuas disposiciones nacidas en España como consecuencias de las críticas acerca del comportamiento de los españoles en tierras americanas. El proceso de autocrítica de la conquista, único en la Historia, por sus características y dimensiones, tendrá diferentes etapas y son varios los nombres que pueden señalarse como protagonistas e impulsores de dicho proceso. La labor española en América fue, como todas las empresas llevadas a cabo por el hombre, una tarea plena de contrastes5 . Una cosa era la voluntad de los soberanos, y las disposiciones que se ordenan para que se cumpla tal voluntad, y otra -a veces muy diferente- son los comportamientos particulares. Cierto que hubo funcionarios corruptos, conquistadores con afán insaciable de oro, encomenderos cuyo comportamiento era el menos adecuado para quien debe preocuparse de la cristianización de los indios que tiene bajo su cuidado. Pero no es menos cierto que por parte de la Corona se procuró desde el principio evitar estos abusos, corregir los errores. No siempre f-l1e fácil, y la distancia no era la menor dificultad. Son muy grandes las distancias y much o el tiempo que se empleaba en atravesar el Atlánlico. HERNÁNDEZ SÁNCHEZ BARBA, M., "Conciencia moral y dominio soberano: Isabe l la Católica y la dignidad del súbdito americano". Mflr Oreána. Madrid 2001. pp. 25-35. 1 J.M. Pf:REZ PRENDES, /,t¡ Monarquífl h11/ia11a y elfütado de Dnerlto. Mad1·id, 1989, p.30. Dando lugar a la "realidad dual" se1ialada por Pérez Prendes.J.M. PÉREZ PRENDES, / ,t1 Monrm¡uín lndi111111 y el I·~1tado di' Derecho. Mad1;d, J 989, p.37. V. De los aborígenes a los indios. Castilla avanzadi lla en la defensa... 91 En España se conocía con retraso cuál era la realidad americana, y las disposiciones creadas para corregir los defectos de la adm inisLració n o determinadas actitudes podían llegar a las autoridades hispanas cuando ya un comportamiento delictivo se había generalizado, y era difícil rectificarlo. La dispersión de los españoles por el continente americano fue la causa de que se desarrollaran comportamientos incontrolados. La Corona creo una red de funcionarios gobernada por el rigor de la ley para proteger al indio. Pero es necesario afirmar que la fuerza que asum ió con mayor firmeza la defensa del indi o fue sin duda la Iglesiafi. En cualquier caso, a pesar de las graves a lteraciones demográficas, el afán de lucro satisfecho gracias al trabajo primero del indio y después del negro, el tremendo descenso demográfico provocado por los nuevos hábitos laborales y la expansión de enfermedades nuevas en América, es necesario señalar que se ganó la batalla por la proclamación de la dignidad y libertad del ser humano, en la que desde el principio se empeñó la Corona y de manera muy personal Isabel la Católica. En esta batalla, la Corona contó con el apoyo y el estímulo de aquellas voces que se alzaban en América tratando de defender los derechos de los indígenas frente a los desmanes de algunas de las autoridades locales y su permisividad con determinados comportamientos en absoluto acordes con la voluntad de los monarcas. Esta defensa del indio desembocaría finalmente en las Leyes de Burgos de 1512. Pero ¿cuál era la concepción medieval del otro? Tanto del conocido y no cristiano, el infiel, _como el desconocido, que se encontrarían por primera vez a l redescubrir Africa y sobre todo en América. 2. EL MITO DEL BUEN SALVAJE A finales de la Edad Media, dos eran las principales corrientes acerca de la dignidad de la persona humana que afectaban a Ja concepción del infiel. La tradición más extendida era aquella que afirmaba que e l infiel, al no participar de la "Gracia'', tampoco tenía en plen itud Ja condición humana. Por tanto, si el derecho natural era una participación en e l orden de la gracia querido por Dios, aquellos que no vivían en la comunidad de los creyentes no poseían en plenitud esa naturaleza: no tenían derecho a los dones de la vida, libertad y propiedad, y como consecuencia eran susceptibles de ser esclavizados. Esta teoría era defendida, entre otros, por Enrique de Susa, cardenal de Ostia. En cambio, a partir del siglo XIII se desarrolló otra lín ea de pensamiento que afirmaba que todo hombre, por el hecho de serlo, había merecido la redención, y por tanto participaba plenamente de los derechos inherentes a la naturaleza humana: libertad, vida y propiedad. Entre otros, desarrolla este planteamiento Tomás de Aquino. Esta será la corriente que, frente a las C. ESTEVA FABREGAT, La Corona füpmioút y el indio mnmrano. Madrid, 1989, p. 58. 92 Fernando Suárez Bilbao opiniones generalizadas de la época, se empeñarán en practicar y difundir los Reyes Católicos entre sus nuevos súbditos americanos. Efectivamente, para algunos autores, el indio americano es un bárbaro, una semi bestia sin ambiciones, y por tanto, sin perspectivas de futuro de una manera autónoma, debido, sobre todo, a la "infancia" en la que está sumido, a la falta de sociedad y de educación, consecuencia de la inferioridad del propio territorio en e l que viven. Así por ejemplo, para Buffon, todas las especies animales americanas, incluido el hombre, son inferiores, debido quizá a la humedad del ambiente; América es un mundo joven, que aún no se ha secado de su emergencia de las aguas, una naturaleza que el hombre todavía no controla, atenazándolo, por tanto, en su inmadurez7 . Para Buffon y los autores que piensan como é l, la educación y la civilización habían de ser llevadas a este Nuevo Mundo por los europeos, quienes allí encontrarán un gigantesco laboratorio en el que los indios serán los conejillos con los que experimentar las teorías sociales y utópicas de los filósofos, ya que por sí mismos son incapaces de vivir de un modo humano si no son dirigidos por los hombres civilizados; en definitiva, para esta corriente de opinión , para la que bárbaro es sinónimo de degenerado, los indios salvajes son los siervos por naturaleza que apuntaba Aristóteles en su Política8 . Sin embargo, entrelazada con esta idea del salvaje corrompido, aparecen las teorías de los que, haciéndose eco de su época, ensalzan la figura del indio americano como personificación de la vida natural y virtuosa; en efecto, con el Renacimiento en Europa aparece como idea característica la exaltación de la Naturaleza, y ante e l descubrimiento de América, nada más apetecible para el europeo que el conocimiento de la vida del hombre en las condiciones naturales en las que vive en el Nuevo Mundo, y este canto a la Naturaleza se hace retornando los temas clásicos, como es el de la Arcadia, con la consiguiente idealización de los pueblos primitivos y la nostalgia de la perdida Edad de Oro, que dará origen a la idea del "Buen Salvaje" por parte de muchos autores. El mito del Buen Salvaje, en esencia, alaba la pureza de costumbres de los primitivos, que representan el estado de naturaleza al no estar degradados, ni corrompidos por la civilización, con sus desigualdades, sus ambiciones, sus odios. Y si los buenos salvajes son más libres, más sanos y más felices que los pueblos civilizados, ¿con qué derecho pueden éstos dominarlos? Quienes así a laban al indio americano se apoyan, en última instancia, en la corriente antiesclavista iniciada y encendida por Las Casas, y dispersa por toda su obra, a la que más adelante volveremos. Los orígenes del mito del Buen Salvaje pueden situarse en la España del siglo XV, y no corno habitualmente se viene haciendo a partir de Rousseau y R.R. CASTEL, Compendio de la! !istorit1 Nt1/uraL de Bu/fon, sig11imdo PL si,lmw dP UnPo, Madrid 1802, II. 8 Sobre la idea aristotélica de la servidumbre natural y sus reperc usiones en Amé1·ica han d e consultarse las siguie ntes obras de S. ZAVALA, La Fil.n. IRólogosjuri.1/fls e.1·fia1iolPs ante la co11quisla de !tmrrica, Madrid, 1944, p. 306; La cana ci tada es de 30 de abril de 1492 y está publicada en A. GARCLA GALLO, "Las bulas ele Alejandro VI y el ordenamiento jurídico de la expansión portuguesa y castellana en África e Indias", en t\/ lf)f'.' 17-18 ( 1958), apéndice 12, p.790. ¡g J. SILVA MARQUES, De.mibrinwnlos fmrlltp;11l!.1P<, tomo I, p. 503. También e n D. PERES, / h.1/oria do De.!>robri111n1/os f1ort ug11Pse.1, Opo1·to 1943, pp. 163- 166. ''' Archivo de la Corona de 1\ragón: Registro 3.569, fol. 136 v. La carta la reproduce A. GARCÍA GALLO, en su fundamental eswdio: "L'\S bulas de Alejandro Vl y el ordenamiemo jurídico d e la e xpansión porlllguesa y castellana en África e Indias", ("n !t1111ario d1• l li.llmia rlPl JJnr:clw, XXVII·XXVIU ( 1957-1958) p. 790. :!il Sobre lo que sigue A. BALLESTEROS BERETfA, "Génesis del Descubrimie nto". y J. CORTESÁO, "Los portugueses", e n l li.cttbrimienlr~< geográjicos: 1450-1620, Madrid 1964: CH. VERLÍNDEN, l,es origi11es de la ri11ifoatio alfr111lit¡lle, Neuchate l, 1966. Sobre las fuenLes, se utiliza B. DE LAS CASAS, l lisLoria de la.< Indias, Méjico, 1951; M. FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Co/Jxrirín de los ttiaje.1 y dt'.w:11briutie11loc' que hü:iemn /HJr 11111r Jos espr11ioles desdr jinf'.< dPl siglo XV, co11 vmios dorumntlos inMilos c"fra del "iglo XV al XI X Barcelona 1981 p.1 50. ' 7 L. LOPETEGU I, y F. ZUBILLAGA, l l i.\fmia de l.t1 Iglesia r11 la A111hica fü/Jtúio/a Mháco, A111í-rim Cmtml)' Antillas B.A.C. Madrid, 1945 p.2 1.